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Movilidad en las ciudades: eje fundamental de la eficiencia energética

La eficiencia energética en el contexto de la ciudad es un ámbito de estudio muy complejo, ya que debe evaluar no sólo las formas de generación de energía (suministro), sino los mecanismos involucrados en su consumo (el cómo y cuándo), los medios para su distribución (transporte), y su efecto en el medio ambiente (impacto). En el artículo anterior se enfocó el tema de la eficiencia energética hacia el segmento de las edificaciones, y las diferentes certificaciones existentes, dedicadas en distinguir a aquellas iniciativas cuya infraestructura provee el mejor aprovechamiento posible de los recursos naturales durante todas las fases de la vida de una instalación edilicia: proyecto, construcción y operación. En la presente entrega se hablará de la movilidad como medida del consumo de combustibles fósiles que debe ser apreciada más que un mero indicador de la calidad de vida en la ciudad, siendo un termómetro del gasto energético de una localidad con un altísimo potencial de mejoría.

Venezuela en Cifras

Venezuela es un país con un poco más de 30 millones de habitantes, siendo éste un valor que considerado con sus vecinos: Colombia (48 millones), Brasil (200 millones) parece ser pequeño (1); sin embargo, el tema no debe enfocarse en el valor absoluto de su población sino en la tasa de su crecimiento. Para el censo de 1981 el país contaba con 14.5 millones de habitantes, lo que al contrastarse con la cifra actual implica que en treinta años se ha duplicado la población de la nación. Ahora bien, este nivel de crecimiento implica un manejo muy complejo de la infraestructura de la nación (vialidad, salud, energía, etc.) ya que construir una instalación para una población proyectada a 20 años puede resultar inviable económicamente.

A partir del año 2005 se incrementó notablemente la venta de vehículos particulares, llegando al record de comercialización en el 2007 con 400 mil unidades, lo que generó un incremento a nivel nacional de los índices de tráfico terrestre y tiempos de retención, convirtiendo a ciudades que eran reflejos de una vida apacible en intrincados reductos de embotellamiento vehicular, traduciéndose en un deterioro importante del estado de las vías, tanto a nivel urbano como interurbano, así como el incremento del costo de su mantenimiento a través del aumento en la frecuencia de sus reparaciones.

Desde el punto de vista del consumo de combustibles fósiles, este incremento en la flota vehicular del país fue notorio, para lo cual empezaron a desarrollarse incentivos por parte del Estado para la reducción del consumo vehicular, siendo algunos enfocados al fortalecimiento de mecanismos de transporte masivo como El Metro de Caracas, Bus Caracas, Transbarca, etc., otros a dirigir la demanda hacia una fuente energética más económica como la del Gas Natural Vehicular (2009)(2), o las campañas en pro del incremento al precio de la gasolina, cuyos nuevos aumentos parecen inminentes y justificado dado el nivel de inversión que requiere su procesamiento.

obras de movilidad en la ciudad

Movilidad en las Ciudades: Costos Evitados

En lo que se refiere al transporte masivo, se han producido inversiones significativas en infraestructura de movilidad urbana, principalmente en las grandes ciudades como Caracas, Valencia, Maracaibo, y Barquisimeto, con la construcción de líneas de metros, vías dedicadas exclusivamente al uso de autobuses, canales de contraflujo, entre otros.

Cuando el Estado acomete este tipo de obras, las realiza mediante el uso de fondos propios (partida presupuestaria) o el financiamiento de bancos multilaterales como la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID),  lo que significa que tal inversión debe traducirse en un incremento de ingresos para la nación (impuestos) o beneficios intangibles como el incremento en la calidad de vida de la población, disminución de la pobreza, cumplimiento de las metas del milenio, etc. Ubicando esto en el contexto de la movilidad, ¿cómo el Estado puede evaluar el beneficio de obras específicas en pro de la movilidad de sus ciudadanos? Mediante el llamado Costo Evitado.

El Costo Evitado es un indicador económico que permite cuantificar monetariamente cuánto se deja de gastar bajo la situación actual al realizar una inversión de infraestructura que mejore el desempeño de un área. En el caso de los proyectos de movilidad, el Estado debe evaluar cuánto combustible subsidiado deja de gastar al año por invertir en: sistemas de transporte masivo, mejoras en las redes de autopistas que incrementen la velocidad vehicular durante horas picos e iniciativas de control inteligente de semáforos.

Un ejemplo que siempre utilizo cuando dicto el módulo de Movilidad Sostenible del Diplomado de Gerencia de Ciudades Sostenibles Emergentes en la ciudad de Valencia, se enfoca en demostrar que sólo el ahorro en el consumo de combustible anual cubriría el costo de las inversiones necesarias para mejorar en 20% los tiempos de retención vehicular, en un tramo de 12 km donde se concentra el mayor tráfico de la autopista de Valencia, considerando que la flota que pasa por ese tramo al día es de 200.000 vehículos y se comportan como un VW Gol de 1.8 L (vehículo promedio). Para un precio internacional de gasolina estimado de 0.7$/L (3), tal ahorro de forma anualizada sería de 7.7 MM$, lo que indica que existe una prefactibilidad en la ejecución de estas obras.

Es importante destacar que lo anterior es un ejercicio académico, y para poder llegar a un valor medianamente concluyente se requiere de estudios en donde se puedan identificar: número de vehículos en el tramo de interés, distribución ponderada de los tipos de vehículos (livianos, pesados, transporte público), consumos de combustible de la zona y causales de retención. Una vez definido esto, se puede desarrollar un programa de inversiones a corto, mediano y largo plazo que permitan la disminución efectiva de los embotellamientos, siempre priorizando las opciones que impliquen un mayor retorno de inversión para el Estado. Sin aplicar esta herramienta, simplemente se está tomando una decisión a ciegas que puede significar en costos impagables, y por ende largos retrasos en las entregas de esas obras.

En conclusión, para el Estado Venezolano la movilidad tanto a nivel urbano como interurbano no puede verse sólo desde la perspectiva del indicador de la calidad de vida de sus ciudadanos, sino también como una manera para disminuir los consumos cada vez más elevados de combustibles líquidos de la población, con las mejoras añadidas a la calidad del aire y la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (Huella de Carbono). Una ciudad con altos niveles de retención vehicular es un retrato del malgasto de energía y potenciales infinitos de mejoras, en donde se pueden incluir: inversiones en tecnologías de semaforización inteligente para las avenidas congestionadas, accesos rápidos a autopistas para liberar distribuidores obsoletos, entre otros, los cuales siguiendo una metodología de estudio sencilla pueden dar un plan de inversiones que maximice el retorno de éstas para el Estado.

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